A los Gobiernos —o a cualquier tipo de organización— les cuesta reaccionar ante un nivel de información tan complicado. En Tanszania, el café no se produce dentro del mercado libre, y es el Gobierno, más que los granjeros, el que recibe las inesperadas ganancias producidas por los altos precios del café. Históricamente, el Gobierno no ha logrado gastar ese dinero de un modo sensato y ha destinado una excesiva parte del mismo a unas insostenibles subidas de los salarios de sus funcionarios, sin darse cuenta de que la marcada alza del precio era sólo temporal.
Para entender cuál es la razón por la cual los mercados hacen tan buen trabajo a la hora de procesar información compleja, piensa primero en el cliente. Sabemos que no comprará un capuchino a menos que lo valore más que a cualquier otra cosa que pudiera comprar con esa misma cantidad de dinero. Pero ¿qué más podría comprar con ese dinero? En nuestro mundo de la verdad, podría comprar cualquier producto que costara igual o menos que un capuchino. Al elegir el café está diciendo que, de todas las cosas del mundo que cuestan lo mismo que el café, prefiere que sea éste el que se produzca.
En otras partes, claro está, hay personas que gastan su dinero no en café, sino en entradas para el cine, billetes de autobús o ropa interior; y otras que eligen no gastar en absoluto su dinero y guardarlo en el banco. Todas estas demandas compiten entre sí y fuerzan a los productores a responder. Si la gente desea ordenadores, entonces los fabricantes construirán fábricas con el fin de hacer negocios rentables, contratarán trabajadores, y comprarán plástico y metal, que serán desviados de otros destinos para ser utilizados en los ordenadores. Si la gente quiere café en lugar de ropa interior, entonces se destinará mucha más tierra a plantar café que a otros usos, como parques, viviendas o cultivo de tabaco, l as tiendas de lencería serán reemplazadas por cafeterías. Por supuesto, las empresas que acaban de ponerse en marcha solicitarán créditos de los bancos y los tipos de interés subirán o bajarán, según el equilibrio entre el número de personas que quiere ahorrar y el número de personas que desea solicitar un préstamo. Los tipos de interés son otro precio: el precio de gastar el dinero hoy, en vez de hacerlo el año que viene. Tal vez pensabas que los tipos de interés eran establecidos por los dirigentes de los bancos centrales, como Ben Bernanke, de la Reserva Federal de Estados Unidos —que sustituyó en febrero de 2006 al conocidísimo Alan Greenspan, que desempeñó el cargo durante más de dieciocho años—, o Mervyn King, del Banco de Inglaterra. En realidad, Bernanke y King presiden las comisiones que establecen el «nominal» de los tipos de interés. Los verdaderos tipos de interés son los «tipos de interés después de la inflación», que son fijados por el mercado en respuesta a lo establecido por los dirigentes de los bancos centrales.
Los cambios no terminan ahí. Las ondas en el sistema de precios trascienden al exterior: golpean algunas partes de la economía a una velocidad increíble y provocan lentos, pero poderosos, movimientos sísmicos en otras, como la educación o la tecnología. Por ejemplo, si no hay suficientes trabajadores capacitados para producir ordenadores, los fabricantes como Dell y Compaq tendrán que instruirlos o deberán aumentar los salarios que les pagan como para «robárselos» a otros fabricantes, como Apple y Gateway. A medida que suben los salarios de los trabajadores especializados, la gente se dará cuenta de que merece la pena dedicarle un tiempo e estudiar para estos negocios rentables—y pagar por ello— a ir a la universidad. El interés, suscitado entre los fabricantes, por producir mejores o más baratos ordenadores dará un impulso a los laboratorios de investigación y a las escuelas de ingeniería. Una mayor demanda de plástico hará subir el precio de la materia prima (el petróleo crudo), lo que, a su vez, alentará a quienes utilizan el petróleo como fuente de energía a cambiarlo por combustibles sustitutos más baratos o a invertir en tecnologías para el ahorro de energía. Y así sucesivamente. Algunos de estos efectos serán minúsculos; otros serán enormes. Algunos provocarán una consecuencia inmediata; otros no serán preciables basta después de décadas, No obstante, en el mundo de l,i verdad en el mundo de los mercados perfectos todos tendrán un impacto determinado.